Todos tenemos cicatrices y marcas, quién no se ha caído nunca? Cuando éramos niños e intentábamos aprender a caminar sin apoyo o a pedalear sin las rueditas del costado… Crecimos, pero justo cuando creíamos que la era de las curitas se había terminado, por apurados o distraídos, muchas veces nos lastimamos. Cada marca nos recuerda un momento de nuestra vida, no muy grato por lo general. Hacemos de todo por borrarlas, las cuidamos para que cicatricen bien y no dejen rastros, las cubrimos con maquillaje o con crema de concha de nácar y algunos hasta recurren a la cirugía… ¿qué no haríamos por deshacernos de ellas? El problema es que por más que las disimulemos, ahí están… puede que otros no las vean, pero sabemos muy bien que siguen ahí.
Muchos de nosotros tenemos marcas más profundas: rencores, enojos y decepciones que no nos dejan seguir adelante… el único remedio para estas cicatrices es Cristo. Acercarnos a él, mostrárselas, ponerlas en sus manos para que nos cure es lo único que podemos hacer para eliminarlas y crecer. Él puede curarnos el corazón y limpiarlo para que podamos vivir en paz. ¿Cuánto tiempo más vas a seguir cubriendo tus cicatrices y sufriendo en silencio? 

Entrada más reciente Entrada antigua Inicio
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario